Brujas cerveceras ¿mito o realidad?
Llega Halloween y junto a las historias terroríficas, los disfraces espeluznantes y las ricas Pumpkin Ales, vuelve la teoría de las “brujas cerveceras” medievales. Según esta teoría, la clásica imagen de las brujas (sombrero puntiagudo, escoba, caldero y gato negro) estaría inspirada en las mujeres que elaboraban cerveza en la Edad Media. Investiguemos cuánto hay de verdad y cuánto de leyenda urbana en esta historia.
Mujeres cerveceras en la Edad Media
Para empezar, es importante saber que la elaboración de cerveza fue durante siglos un oficio principalmente femenino. En la Europa medieval, sobre todo en Inglaterra, muchas mujeres, conocidas como alewives o brewsters, producían cerveza en sus hogares, no solo para consumo propio, sino también para vender los excedentes y obtener ingresos extra.
Documentos de la Inglaterra de la Edad Media, demuestran que en algunos pueblos hasta un tercio de las mujeres se dedicaban a fabricar cerveza para vender.
Esta cerveza primitiva era un alimento líquido básico –rica en calorías y más segura que el agua–, por lo que las cerveceras gozaban de una posición útil en la comunidad. Muchas vendían su cerveza en mercados concurridos o directamente en casa.

Veamos el origen de cada elemento icónico –sombrero, escoba, caldero y gato– y si realmente están relacionados con la elaboración de cerveza en el medievo.
El sombrero puntiagudo
Cuenta la leyenda que las maestras cerveceras medievales llevaban sombreros altos y puntiagudos para destacarse en los mercados. Este detalle aparece a menudo en la historia de las “brujas cerveceras”: el sombrero sería una especie de “uniforme” no oficial de las alewives.
Los historiadores señalan que no hay pruebas sólidas de que las cerveceras inspiraran este atuendo. De hecho, el origen del sombrero puntiagudo en la iconografía brujeril es difuso y parece provenir de otros contextos ajenos a la cerveza.

Una teoría lo vincula con sombreros discriminatorios impuestos a ciertas minorías en la Edad Media (como el “Judenhut” o sombrero judío) que luego se asociaron al mal y la brujería. Otras hipótesis hablan de sombreros puritanos del siglo XVII o simples gorros cónicos de la época.
Lo revelador es que las primeras ilustraciones de brujas con sombrero puntiagudo aparecen mucho más tarde, en libros infantiles del siglo XVIII, cuando las cazas de brujas ya habían pasado de su apogeo. En resumen, la evidencia histórica sugiere que es más un mito que realidad probada.
La escoba
Otro elemento inseparable de las brujas es la escoba. En el Reino Unido era costumbre que la tabernera pusiera una alestake –una rama o un palo largo, muy parecido a una escoba rústica– en la puerta para anunciar que había cerveza disponible.
Esta práctica está documentada: era un código simple y efectivo, equivalente medieval del letrero de “¡Hay cerveza!”.

Sin embargo, la escoba como “vehículo” de brujas voladoras tiene orígenes diferentes en el folklore. Las representaciones de brujas montando escobas aparecen ya en el arte tardomedieval (siglo XV) y se relacionan con supersticiones sobre vuelos mágicos y rituales agrícolas, no con la venta de cerveza.
Durante los juicios de brujería en Europa, a muchas mujeres se las acusó de volar en escoba por supuestos pactos demoníacos, pero ninguna fuente de la época menciona escobas en relación con la elaboración de cerveza.
Según la historiadora Christina Wade, la explicación más probable del vínculo bruja-escoba es mundana: las mujeres (blanco frecuente de acusaciones) simplemente poseían escobas en casa.
El caldero burbujeante
Ninguna bruja estaría completa sin su caldero humeante. En el imaginario popular, las brujas preparan pócimas en grandes ollas sobre el fuego.
Y por supuesto, lo mismo hacían las cerveceras. Las alewives medievales utilizaban calderos (y ollas de todo tipo) para hervir el mosto y elaborar la cerveza.
No obstante, al indagar en documentos históricos, no existe evidencia de que el caldero fuese una prueba de brujería ligada a la cerveza. Los calderos eran utensilios universales en la cocina medieval, usados para todo tipo de preparaciones, desde guisos hasta jabón.

Las mujeres culpadas de brujería lo eran por supersticiones sobre magia negra, pactos satánicos o causar daños sobrenaturales, no por fabricar cerveza en un perol.
La historiadora Wade enfatiza que las alewives usaban todo tipo de recipientes para elaborar cerveza –sartenes, cubos de madera, etc.– y que el caldero era solo uno más.
Es más probable que el caldero como símbolo de bruja provenga de la idea de pociones mágicas en la literatura popular, reforzada por obras como Macbeth de Shakespeare (¿quién no recuerda el “fuego y caldero burbujear” de las brujas?).
El gato negro
Por último, el gato negro merodeando cerca de la bruja completa la estampa clásica. ¿También las cerveceras medievales tenían gatos? Así es.
Mantener un gato era de lo más útil: los gatos cazaban ratones y protegían el precioso grano de malta de las plagas. Muchas alewives tendrían uno o varios gatos para cuidar sus ingredientes.
La narrativa de las brujas cerveceras afirma que esos gatos guardianes fueron malinterpretados como compañeros mágicos, consolidando el tópico.
Ahora bien, el gato negro ya tenía mala fama desde mucho antes. La Iglesia y el folklore europeos asociaban los gatos (especialmente negros) con la herejía y el demonio desde al menos el siglo XIII.

Por ejemplo, se creía que los herejes adoraban a Satanás en forma de gato negro, y el propio papa Gregorio IX llegó a condenar a estos felinos en 1233, desatando matanzas de gatos en algunas regiones.
Asimismo, las mujeres con mascotas ya eran vistas con desconfianza en la sociedad medieval. Durante los juicios de brujería, tener un gato (u otro animal) podía interpretarse como tener un familiar, es decir, un demonio asistente. Este prejuicio afectó a muchas mujeres –fuesen cerveceras o no– y se incorporó al estereotipo de la bruja.
Leyenda versus realidad
Llegados a este punto, la pregunta es: ¿existen pruebas históricas de que las cerveceras medievales fueran el origen de la imagen de las brujas? La respuesta corta: no, o al menos no de forma concluyente.
La historia moderna ha investigado esta conexión y, aunque reconoce ciertas similitudes, no ha encontrado evidencia sólida que respalde la idea de una “bruja cervecera” como origen del arquetipo.
De hecho, cuando se entrecruzan cerveza y brujería en documentos antiguos, suele ser al revés de lo que plantea el mito: se culpaba a brujas imaginarias de arruinar la cerveza de las cerveceras.
En Inglaterra y Escocia, por ejemplo, hay casos de cervezas “echadas a perder” atribuidos a maldiciones o hechizos, donde la cervecera aparece como víctima del hechizo y no como bruja ella misma.
La noción de que los hombres de negocios acusaron a sus competidoras cerveceras de brujería para sacarlas del mercado es, hasta ahora, difícil de probar con documentos. Más bien, la pérdida de protagonismo femenino en la industria cervecera obedeció a cambios económicos, legales y sociales graduales.

Por ejemplo, con la profesionalización de la cerveza y el surgimiento de gremios en la Baja Edad Media, se impusieron restricciones que favorecían a los hombres: licencias comerciales solo a varones, prohibiciones a mujeres de vender cerveza (como ocurrió en Chester en 1540, para “evitar inmoralidad” entre taberneras), gremios que no admitían maestras cerveceras, etc.
Todo ello empujó a las mujeres fuera del negocio cervecero con el tiempo. Entonces, ¿de dónde salió esta atractiva historia de las “brujas cerveceras”? Los expertos señalan que es una interpretación relativamente reciente. En la última década, con el auge del movimiento de cerveza artesanal y la reivindicación del papel de la mujer en la industria, esta leyenda cobró fuerza como forma de reclamar una historia olvidada.
- ¿Puede una cerveza sobrevivir al apocalipsis? - 12/12/2025
- La gran inundación de cerveza de Londres - 03/12/2025
- Monjes, castillos y cerveza: el lado medieval de la cerveza alemana - 20/11/2025

